JOSÉ RAYA. Doctor en Historia del Arte.

 

LA MAGIA DE LO SENSIBLE

La pintura de Pepe Cano se instala en la figuración desde sus comienzos. No se siente a gusto sin alguna referencia al mundo material, contemplado siempre con ojos de asombrada inocencia. Ya sé que esto es una obviedad, sobre todo para los que han tenido la curiosidad y el placer de seguir su obra. Pero si la traigo a cuento es porque en la presente exposición el pintor se dedica a la recreación de un género -el bodegón-, que, desde sus orígenes, ha estado estrechamente vinculado a los deseos del artista y su clientela de extremar la materialidad de los objetos, de otorgarles la cualidad de tangibles. Desde este punto de vista, su incursión en este género ancestral era previsible, pero lo cierto es que ha tardado en producirse.
En este tipo de obras es difícil no referirse a los precedentes clásicos, y, en efecto, ante algunos bodegones con figura nada tiene de sorprendente la evocación de Pieter Aertsen, y, ya de paso, no es menos cierto que algunos peces nos traen ecos remotos de George Flegel. Pero no conviene engañarse, porque Pepe Cano es un hombre de su tiempo, y de ninguna forma sus bodegones pretenden ser una ventana abierta al mundo. Cualquier intencionalidad ilusionista ha sido suprimida, el gusto por el trampantojo se encuentra ausente y el cuadro se organiza como un objeto autónomo compuesto por elementos reproducidos exclusivamente en sus atributos fundamentales, sin olvidar, por supuesto, la función creativa del color. Los precedentes en las primeras vanguardias -Matisse, Kirchner, Boccioni- también se me antojan obvios.
Y, sin embargo, pese a que los cuatro ejemplos seleccionados constituyen una prueba de la más diáfana sencillez constructiva, en ellos es perceptible una cierta evolución. En los dos primeros, "Hierbabuena" y "Berenjenas mediterráneas", el peso de la tradición es todavía notable: la preocupación por los volúmenes y cierta convención en el tratamiento del espacio, así lo ponen de manifiesto. En el resto, "Tomates", "Limones", el proceso de simplificación ha sido llevado al límite y los objetos se organizan en sus cualidades formales, independientes del referente natural. No obstante, hay algo que unifica estos dos momentos: la jugosa utilización del color.